LOS ALEMANES
Los alemanes viven principalmente en pueblos y ciudades pequeñas, tal vez un poco como herencia de su pasado cargado de divisiones territoriales y fragmentaciones políticas.
Incluso las ciudades más grandes no alcanzan las proporciones de las del resto de países desarrollados. Berlín, la capital de un país con la gran población alemana, recordemos sus 83 millones de habitantes, no llega a los tres millones y medio; y ciudades tan importantes como Colonia o Frankfurt no alcanzan el millón.
El alemán huye de las grandes poblaciones y busca establecerse en casas individuales o en pequeñas construcciones de 2 ó 3 pisos como máximo. Un pequeño jardín, e incluso un modesto huerto, constituyen una ilusión a la que difícilmente renuncian las aspiraciones de los jóvenes.
Los alemanes plantean su vida dentro de casa, a diferencia del carácter latino que busca esparcimiento y realización más en la calle.
Pero, si bien el alemán hace vida de puertas de su “castillo” para dentro, en compañía, eso sí, de su familia y amigos, cuando llegan las vacaciones es quien más lejos y variado viaja. Prueba de ello es la constante presencia de alemanes en todo tipo de destinos turísticos. Todo le vale para viajar y conocer mundo: coche, avión, barco, autocaravana, bicicleta…
El turista alemán está en todas partes. La privilegiada situación geográfica de la que goza pone a su alcance la mayor parte de países europeos, cosa que, junto con la potente maquinaria de tour-operadores de que dispone le permite llegar fácil y económicamente a cualquier rincón del mundo.
En España es imposible no encontrarse con un alemán pidiendo una cerveza con su peculiar acento germano en cualquier rincón turístico en época de vacaciones. Tal vez por esta dilatada experiencia viajera adquirida a lo largo de los años, el turista alemán es respetado y bien recibido en todo el mundo, integrándose allá a donde va con exquisita educación.